El síndrome de Tarzán es un término reciente que ha empezado a circular en redes sociales y que sirve para describir un fenómeno que afecta las relaciones sentimentales (tengamos la edad que tengamos, ya avisamos). Inspirado en el personaje de Tarzán, que se balanceaba de liana en liana, este concepto se refiere a aquellas personas que no dejan una relación hasta tener asegurada otra. Es decir, no sueltan una “liana” hasta que encuentran otra que les permita continuar su viaje emocional.
Este comportamiento está generando un impacto notable en las dinámicas de pareja de todo tipo, no solo entre millennials, y se ha convertido en una tendencia preocupante en el ámbito de las relaciones modernas.
Orígenes del término
El nombre del síndrome proviene de la imagen clásica de Tarzán, el personaje de ficción creado por Edgar Rice Burroughs. Tarzán se desplazaba a través de la jungla colgándose de una liana tras otra, nunca soltando una hasta que tuviera otra en la mano. Este concepto ha sido trasladado a las relaciones amorosas para describir a aquellos que no se sienten capaces de soltar a su pareja actual sin tener una nueva relación garantizada.
El síndrome de Tarzán también refleja una profunda inseguridad emocional y miedo a la soledad. La necesidad de aferrarse a una relación, incluso si está rota o ha dejado de ser satisfactoria, se ve compensada únicamente cuando aparece una opción «más segura». Esta tendencia está asociada con la incapacidad de estar solo, de gestionar adecuadamente el duelo emocional y de construir independencia afectiva.
Características del síndrome de Tarzán
Las personas que padecen el síndrome de Tarzán exhiben ciertos comportamientos que son indicativos de este patrón emocional. Entre los más comunes se encuentran:
- Incapacidad para estar soltero: Quienes sufren de este síndrome evitan a toda costa estar solos. Para ellos, estar en una relación es una forma de validación emocional y social, y la idea de quedarse solteros les provoca ansiedad.
- Búsqueda constante de nuevas parejas: A menudo, estas personas inician nuevas relaciones mientras todavía están en una, lo que puede llevar a situaciones de infidelidad o deshonestidad emocional. Su objetivo es siempre tener un “colchón” afectivo que les evite el vacío de estar solos.
- Relaciones superficiales o insatisfactorias: Como su objetivo no es necesariamente encontrar una pareja compatible o profunda, sino evitar estar solos, suelen involucrarse en relaciones que carecen de profundidad o sentido real. Las conexiones son más funcionales que emocionales, lo que las hace frágiles y poco satisfactorias a largo plazo.
- Falta de resolución emocional: Estas personas no se toman el tiempo necesario para sanar o procesar las rupturas, saltando de una relación a otra sin cerrar ciclos emocionales. Esto genera una acumulación de conflictos no resueltos que eventualmente pueden afectar sus futuras relaciones.
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Así nos afecta
Aunque este comportamiento no es exclusivo de los millennials, es cierto que la generación millennial, así como la generación Z, lo experimentan con más frecuencia debido a la cultura de la inmediatez y las redes sociales. Estas plataformas facilitan el contacto con nuevas personas y ofrecen una especie de «vitrina» donde es fácil buscar una nueva pareja mientras aún se está en una relación. Sin embargo, el síndrome de Tarzán no discrimina por edad, y cada vez se observa en más adultos de diversas generaciones que atraviesan situaciones similares.
Este fenómeno está llevando a un incremento en el número de relaciones inestables y rupturas conflictivas. Las parejas que podrían haber tenido una oportunidad de reparar sus problemas a través de la comunicación o la terapia de pareja, a menudo no lo logran porque una de las partes ya está emocionalmente involucrada con otra persona. La falta de cierre emocional también está generando una mayor incidencia de conflictos no resueltos, y las personas que practican este comportamiento a menudo arrastran sus problemas a las siguientes relaciones.
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Fuente: El Confidencial.
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